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17/01/2022
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17/01/2022Piedra Movediza
16/05/2017 La réplica de la Piedra Movediza en lo alto de la Sierra de Tandil. En la ciudad bonaerense de Tandil (Argentina) se encuentra una de las atracciones turísticas más curiosas del país. Hablamos de la Piedra Movediza una curiosa roca cuya original se mantuvo en equilibrio hasta su caída en 1912. SUDAMÉRICA ARGENTINA CULTURA WIKIMEDIA COMMONS
La Piedra Movediza de Tandil late con un pulso ancestral que nos conecta, de manera íntima, con la fuerza y la fragilidad de la naturaleza. Imagina ascender por un sendero serpenteante, rodeado de eucaliptos que suspiran al compás del viento, hasta llegar a la cima del Cerro La Movediza. Allí, como un corazón pétreo que alguna vez osciló desafiando la gravedad, descubrirás la réplica exacta de aquel monolito de más de 300 toneladas que durante siglos cautivó la mirada de quienes buscaban en lo cotidiano un instante de asombro.
Hace más de doscientos años, los pueblos originarios de la región contemplaban en ese enorme bloque de granito un guardián de secretos: decían que el monolito era testigo del equilibrio entre el cielo y la tierra, un vínculo entre los elementos que abrazaba lo visible y lo invisible. Cuando los primeros colonos llegaron, quedaron maravillados al ver cómo la roca, sostenida apenas por un vértice diminuto, se mecía en un vaivén casi imperceptible. Aquella oscilación, apenas perceptible en el transcurso de un día, bastaba para romper la botella de vidrio que los visitantes colocaban en su base como prueba de su constante movimiento.
El 29 de febrero de 1912, una tarde tranquila de verano se vio teñida por el estruendo que provocó la caída de ese gigante pétreo. Sin testigos presenciales que narraran el momento exacto, la Piedra Movediza se desprendió y rodó colina abajo, partiéndose en tres fragmentos que —como un eco lejano— recordaron a todos la vulnerabilidad de lo que parecía eterno. La conmoción fue absoluta: Tandil, que durante décadas había vibrado al ritmo suave e insistente de aquel latido rocoso, se quedó en silencio, contemplando la ausencia de lo que había sido su emblema inquebrantable.
Durante casi un siglo, las cicatrices de ese día acompañaron a generaciones que, con nostalgia y orgullo, recordaban las historias de sus abuelos: los relatos de viajeros que escalaban el cerro para sentir de cerca la oscilación, el brillo de la botella rota al alba y las creencias de quienes veían en la piedra una presencia espiritual. Aquel fragmento de historia se convirtió en leyenda viva, un mito que se transmitía en cada reunión familiar y en cada guía local que narraba con voz pausada el misterio de una roca que, de un momento a otro, dejó de moverse.
En mayo de 2007, tras décadas de anhelos compartidos, la comunidad tandilense abrió un nuevo capítulo: instalaron una réplica fiel de aquel monolito que, aunque ya no oscile, condensa en su sola presencia la memoria colectiva de un pueblo enamorado de su historia. Fue un acto cargado de emoción: al amanecer, la ceremonia de colocación reunió a autoridades, vecinos y visitantes en un mismo suspiro. Allí, sobre la misma base que sostuvo a su antecesora, el bloque de granito encontró su lugar con la solemnidad de un regreso largamente soñado.
Hoy, al llegar al Parque Lítico La Movediza, el visitante encuentra senderos cuidados que invitan a contemplar el paisaje serrano: miradores que dibujan la silueta de la ciudad sobre la llanura pampeana y bancos estratégicamente ubicados para detenerse a absorber el silencio que envuelve la roca. Cada paso invita a reflexionar sobre el ciclo del tiempo, la fuerza de los elementos y la voluntad de quienes se negaron a olvidar.
Caminar hasta la réplica es una experiencia que trasciende lo turístico: es un viaje íntimo hacia la esencia de aquello que respetamos y amamos. Hay una sensación peculiar al pararse frente al monolito: la armonía entre su masa inmóvil y la suavidad del viento crea una atmósfera casi sagrada, en la que el visitante percibe, con un nudo en la garganta, la historia entretejida de generaciones. La Piedra Movediza, ahora segura en su posición, interpela con su silencio, recordándonos que en la vida, como en la naturaleza, los equilibrios se mantienen gracias a un delicado juego de fuerzas que pide respeto y asombro.
Invitamos a quienes leen estas líneas a recorrer ese sendero: a respirar el aire puro de la sierra, a escucharse en el eco de cada piedra y a rendir homenaje a un símbolo que, tras su caída y su resurrección, sigue inspirando a quienes desean encontrar, en medio del trajín cotidiano, un instante de conexión con algo más grande. La Piedra Movediza no es solo un bloque de granito; es la historia viva de Tandil, el reflejo de un corazón colectivo que late con gratitud y con la certeza de que, aunque lo inesperado rompa nuestro equilibrio, siempre podemos reconstruirlo con cariño, esfuerzo y esperanza.
Venir hasta La Movediza es regalarle al alma un momento de pausa: contempla el amanecer desde la cima, siente cómo el sol pinta de oro las colinas, y reconecta con la maravilla de saber que, en cada grieta de la tierra, habita una historia que espera ser descubierta. Aquí, donde el pasado y el presente convergen, encontrarás más que una postal: hallarás el testimonio de que la magia existe cuando abrimos los ojos y el corazón para reconocerla.